lunes, 6 de mayo de 2013

"Un antes y un después"

Hace muchos años, era yo más joven, escribí una carta a un extraño hombre. Era color violeta y olía a mil flores. Firmaba la misma con mi nombre y así me expresé yo, la pobre, si señores, la pobre...

"Hombre infernal que a mi sosiego robas, que la paz de mi espíritu quebrantas, oye la voz de quien te adora a ciegas y hasta tu orgullo necio se rebaja. De tu pasión al bárbaro suplicio, vivo perennemente condenada, mientras contemplo desgajada en llantos ese frío desdén con que me tratas. No tengo más ensueño que tu nombre, no quiero oír más voz que tu palabra, no anhelo más amor que el de tu pecho, ni ambiciono otro bien que el ser tu esclava. Con ansias busco tu radiosa frente, busco inquieta la luz de tu mirada, y ti inhumano sin medir mi angustia, brindas tu amor a cien deidades falsas. Rendida estoy en la fecunda lucha y miro ya perdida la esperanza, de llegar a ser dueña de tu vida, de llegar a ser dueña de tu alma...Si pues, soy una víctima inocente, de este amor que consume mis entrañas, te maldigo y te condeno al mismo crimen, de este horrible martirio en que me hallas. Pido que te enamores ciegamente, como un idiota, de una mujer mala y que ella te desprecie y te maltrate, como tú cruel e ingrato me maltratas."

Hizo poco caso, era él tan joven, de aquella sentencia que en letras deformes le lancé furiosa a ese extraño hombre. Pero anduvo el tiempo que todo lo roe y el hondo presagio se cumplió a la prostre. Hoy vive angustiado, hoy él es el pobre, muere de adorarme con pasión insomne y mi amor en vano busca por el orbe. Hoy yo lo desprecio, hoy yo me le escondo, me llama y no voy, me habla y no oigo, me cuenta sus dudas y me río entonces, le vino apurado mi castigo enorme...Ya está bajo el peso de mis maldiciones.

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