martes, 20 de octubre de 2015

"Mis bolígrafos"

Todo trauma tiene consecuencias visibles. Suelo tener bolígrafos por todos lados. En el coche llevo al menos tres, en casa ya lo ven, esos que tengo sobre la mesa, en la consulta tengo toda una gaveta repleta y una vez en mi cartera llegué a tener 16, ese fue el record, desde entonces trato de no pasarme y suelo llevar de media unos cinco o seis bolis.
Es imperativo para mi tener bolígrafos a la vista. Cuando veo un boli que me gusta me lo compro. Suelo ir dejando recuerdos, me encanta que cualquiera me pida un bilígrafo y decir sin miedo a quedarme sin ninguno "quédatelo, te lo regalo".
Este es mi mini Síndrome de Diógenes, acaparo bolígrafos. Me gusta la mezcla de colores y no importa si son elegantísimos o no, para mí lo importante es que cuando yo escriba, la bolita ruede y salga la tinta sin tanto esfuerzo ya que suelo tomar muchas notas, escribir recetas y rellenar facturas. Mi momento cumbre suele ser cuando le escribo cartas a mi madre. Tengo una legión de bolis Bic con tinta de gel que de mirarlos escriben solos, mi madre merece lo mejor, sí porque aunque nos escribimos correos muy a menudo, solemos enviarnos cartas escritas con bolígrafos. Ella tiene una letra maravillosa, al igual que mi padre y por ende, tengo que esforzarme para que mis letras se vean también elegantes y legibles.


Recuerdo que algunas veces, durante la carrera de medicina, solían darnos un bolígrafo para tomar apuntes, pero esas veces fueron muuuuy escasas y había que ingeniárselas para tener siempre algo con lo que escribir, no siempre tenía dinero para comprarme un boli. Toda mi vida escribí con lápiz, pero eso dejó de ser así cuando entré a la universidad, donde las notas tenían que ser a tinta por la imperiosa necesidad de escribir más rápido y no dejarle nada a la memoria. No tenía ni ordenadores, ni cámaras para filmar conferencias, ni mucho menos literatura actualizada para estudiar, por lo que el peso de todo radicaba en las notas que tomana mientras el profesor hablaba.

Mi padre me regaló una vez una pluma estilográfica y a falta de bolígrafos esa era mi salvación, porque rellenaba los cartuchos con tinta pelícano una y otra vez cuando aparecía, pero el mejor de todo era el rojo aseptil: Mi gente sabe de lo que hablo jajajajaja. Y cuando el rojo aseptil se terminó, tirábamos del azul de metileno o la violeta genciana. No sé cuántas veces teñí de azul o rojo mi uniforme, mis dedos y hasta mi boca. La cuestión era escribirlo todo aunque fuese con carbón. En mis tiempos de universidad perder un bolígrafo era como perder un trozo del cerebro, mi memoria estaba en las notas, esas eran mi "memory flash", mi disco duro, mi todo.

Luego pasó que cuando comencé el internado de medicina, la especialidad y a trabajar escribía como una condenada. Como no teníamos impresos para recetas, historias clínicas y resúmenes médicos, había que escribirlo todo a mano y con tinta. Eran kilómetros y kilómetros de letras enlazadas que juro al menos las mías, bien podrían llegar a la luna.
Y aunque ahora tengo computadoras y memorias USB y disco duros y cámaras y todo ese ejército tecnológico, sigo escribiendo muchas cosas a mano porque me encanta la caligrafía, por eso acaparo bilígrafos, la carencia es un trauma y el recuerdo de aquellos tiempos siguen haciendo nudos marineros en mis neuronas. La mitad de los bolígrafos que tengo no los voy a utilizar en mi vida, pero están ahí, amortiguando carencias que caducaron, pero que aún hacen vigilia en mis recuerdos. Ah y los que voy utilizando, no los guardo, con gusto los voy tirando, aunque los tengo hasta que dejan de escribir y varias veces me sorprendo dándole tirones con el brazo para que suelten hasta la última gota, jijijijiji.
-.Emnis.

viernes, 2 de octubre de 2015

Diario de una opinión muy personal. Parte II "Inventar para comer"



   
 Había comenzado esta parte de mi escrito contando  la historia de cuando en mi país había prácticamente “de todo” y el menú de la cena era muy variado y colorido. Pero cuando tiré del cálculo, me percaté que hablar de cualquier cosa que atañe a más de veinte años atrás y que se aleje de la época de las pantallas táctiles,  ya parece demasiado remoto e increíble en el tiempo, así que me remitiré al mes de diciembre del año pasado que es lo más fresco que tengo, de cuando estuve en Cuba. Y como la economía va de mal en peor, voy a sacar mis propias conclusiones de lo que sigo pensando con respecto a la situación actual en la que vive la mayoría de la gente de mi país y que no es más que la prolongación de la versión más mala de lo que han sido los últimos veinticinco años de mi tierra. Yo no soy patriota, soy simplemente una cubana más viviendo en el extranjero, pero con la mayor parte de la familia en Cuba y que aún ayudando a unos pocos, no terminan de resolver sus míseros y básicos problemas por mucho que se esfuercen. Los que no tienen ni un cuc de regalo, esos están aún peor, aunque aparentemente demuestren lo contrario.

     Cuando el socialismo Ruso se fue a pique, nosotros quedamos colgados de la nada. Caímos en una depresión económica tan descarada, que todo el problema se lo achacábamos al imperialismo y su bloqueo con relación a Cuba y  entonces fuimos totalmente incapaces de hacer las cosas bien y pegar el cambiazo que necesitábamos en aquel momento. De haber sido así, hoy la vida en mi país hubiese sido diferente. Pero no, la alegoría revolucionaria y el fanatismo social, nos arraigó a una absurda ideología que lo único que ha logrado es llevarme a este punto de decepción, “al menos a mi”.  Entonces pasó que Cuba entera se sumió en una era “ESPECIAL” sin precedentes, y de tener un bienestar social aceptablemente bueno, pasamos a ser aún más tercermundista de lo que éramos. El luto por la pérdida de la vaca bolchevique que nos alimentó durante tantos años, se volvió patológico; por lo que,  huérfano y aislados en medio del Caribe, tuvimos que reinventarnos y aprender a sobrevivir cada día, como un ternero destetado en medio del Masái Mara y sin pastos.

Que la revolución marxista-leninista sobreviviera, nos hizo aún más obstinados y tolerantes con la miseria que nos atrapó...Pero cuando hablo de reinventarse, me refiero al pueblo que se reinventa, que son: mis vecinos, tu vecino y el vecino de; no hablo de ministros, diplomáticos, jefes y coroneles dotados de extras al margen de la escasez. (De los que viven dependiendo de la familia que radica en el extranjero, del que recibe la moneda dura de alguna que otra manera, ni hablar, eso es un tema que también requiere otro diario). Hablo de la gente inscrita y estatalmente racionada, de los que sobreviven al margen, del que vive con lo mínimo;  de amigos y conocidos de toda la vida que ni siquiera puede hacer trueque con la ilegalidad, porque no tienen ni un duro disponible para hacerlo. La ridícula pensión o salario del que disponen la mayoría, no se corresponde ni remotamente con la demanda y su disparatada oferta.

    La corrupción, el hurto, la desviación de recursos y el acaparamiento, fueron siempre flagelos de la sociedad en la que crecí, pero se sucedieron mucho más con el devenir del moribundo campo socialista. El abastecimiento mermó tanto, que la escasez llegó para quedarse y hacerse crónica. Este sistema en el que se sumerge mi país, se presta ingeniosamente para el trueque ilegal y luego, cuando ya no encuentras nada  que cambiar o vender, ni siquiera el trueque sobrevive. Se roba a manos llenas en todos los sectores de la economía y lo robado,  se vende y se revende. El más necesitado no se limita a comprar por la vía ilegal y favorece el hurto; y el ladrón necesitado,  resuelve sus problemas con lo robado. Y así el desfalco se va haciendo cada vez mayor, mientras los datos económicos se van empolvando con la falsedad de toda la vida para mantener a un sistema que no se sostiene económicamente, ni aunque se reinvente;  pero que sigue ahí, de cara al mundo  y de espalda a sus ciudadanos.

    Siempre he tenido en mi mente a mi madre, ella ha sido una excelente gestora en casi todos los campos de la vida cotidiana. Si antes de que todo se volviera una mierda, ella ya tenía bien desarrollado el arte de la planificación, la creatividad y la logística, en estos  años se ha convertido en una profesional, experta en garantizar que todo siga funcionando relativamente normal, pero las gestiones se complican y el disgusto le machaca cada día la vida.  Y aún así, siempre me sorprende cuando “inventa” para sacar de donde no hay, un pesito para comer cuando yo no le puedo mandar. Ella se suma a esa larga lista de empleados sumergidos, que arreglan su vida como pueden y lo mismo vende un bolso, una tarta que un batido. Da igual, hace lo sea para comprar lo poco que hay y suplir las carencias de cada día.

     La peor parte de la crisis se lo ha llevado la cocina. Y aunque en Cuba esto ha sido siempre el tema del día en cada sobremesa; ella, LA COCINA, se ha convertido en el dolor de muela, la migraña, el cólico y la angina de pecho de cualquier familia en una casa, si tienes una cocina relativamente equipada, con un buen fogón de gas y un abastecimiento continuo de este combustible, no hay tanto problema. La muerte viene con los que tienen una sola olla eléctrica y tienen que cocinar, al mismo tiempo que calentar agua para bañarse, o los que tienen fogones de petróleo, las cazuelas mutiladas o una mísera hornilla eléctrica.  Sin hablarles del infarto cerebral que provoca  “El MENÚ” del día o de mañana.

    Creo que la mayoría de los cubanos  piensan que nuestra comida es la mejor del mundo, y no es así, vamos, ni por asomo. Sin embargo, yo creo que la mejor comida del mundo es la que me cocina mi madre cuando asumo con fe ciega, su total deseo de alimentarme bien, y cuando a ese momento se le suma el tiempo que llevo sin verla, sin estar en casa y  extrañando ese aroma peculiar de toda la vida, ahí todo se vuelve aún más delicioso y único. Pero eso no me ciega y sé, que nuestra gastronomía no es la mejor del mundo, para nada.

    Nuestra cocina es una mezcla y fusión de la comida española, italiana, africana y caribeña, pero este folclor es difícil hoy en día detallarlo al milímetro y hacerlo realidad en nuestras casas. La miseria todo lo degrada. Y así como se ha degradado la educación, la salud y la economía, la cultura culinaria también se ha degradado y empobrecido. Lograr en un hogar común cualquiera del territorio nacional, juntar en una mesa una opción gastronómica mínimamente adecuada y certera, ya es una odisea. A la hora del desayuno, del almuerzo y de la comida, casi todos los platos de comida en cada casa, tienen el mismo  sabor, olor y color. Y aunque cuando hay visita se trata de tirar la casa por la ventana, el menú sigue teniendo la misma plantilla, dígase variedad, porque en cantidad no hay quien nos gane, sobre todo si se trata de servir frijoles, arroz, carne y ensalada, yuca o frituras, todo en el mismo plato.



No voy a perder el tiempo enumerando las de cosas que no hay para acompañar el desayuno, el almuerzo o la comida; solo decirles que el acto de comer se vuelve un exorcismo ridículo y al mismo tiempo gracioso entre bocado y bocado, para criticar y reírnos de la situación actual, y que tal es el rutinario desprecio por la forma en que llega el pan nuestro de cada día a nuestras mesas, que engullir sin degustar es la mejor opción.

   Si una cosa buena tiene internet es que encuentras de todo, y cuando recuerdas algo que leíste un día, y escribes tres palabras, Google te saca cualquier referencia de debajo de la manga y esto que buscaba y encontré decía así:

   -  "No se les ocurra socializar la agricultura. Dejen en paz a los pequeños productores, no los toquen. Si no, pueden decir adiós al buen vino, a los buenos quesos y al excelente foie gras.”  Eso le recomendó Fidel Castro al líder del Partico Comunista francés, George Marchais allá por los años ´80…  Menuda manera de conocer la verdad y aplicar todo lo contrario. Candil de la calle y oscuridad de la casa que era este Fidel. Porque  eso fue lo que nos pasó. Él mismo se encargó del poder absoluto y la socialización de todo, y fue  demasiado socialismo representado en un Acopio improductivo que en todas sus facetas nos trajo hasta aquí, hasta la mesa de la cocina de mi madre donde muchas veces lo único que hay es plátano, arroz y huevo frito.

    El ministerio de la agricultura se ha convertido en un esperpento incapaz de buscar soluciones viables para los que tienen ganas de cultivar. Las cosechas hace ya muchos años que crecen solo en las noticias y el pueblo no ve una patata (al menos donde vive mi madre, en Mayarí) desde hace años
Hablo también de cuando las carnicerías se convirtieron en almacenes de solo huevos, porque recuerdo que la carnicería  y la bodega de mi barrio  tenían hasta nevera donde mostraban la carne el queso crema, la mantequilla. Eso desapareció, y no solo de las neveras de la calle, si al refrigerador de mi madre, le sacas las botellas de agua, los plátanos y los huevos bien puedo meterme dentro  de el con el resto de las cosas y sigue sobrando espacio.

Todo se fue mudando sin posibilidad de permuta, nada regresó, nada volvió, y la carnicería que hoy espera abastecerse de algo más que huevos, también se vació.  No esperes que los huevos sean frescos o tengan fecha de caducidad, eso poco importa, la salmonela ya forma parte de nuestra flora intestinal y se ha vuelto inocua... ¡Ay, si yo les contara!


      Antes yo hurgaba en el monedero de mi madre y siempre tenía pesos y monedas. Se iba a la calle de compras y volvía con la cesta  llena y con vueltos dentro de su cartera. Hoy sales a la calle con  dinero y vuelve con la cesta medio vacía y con escaso vuelto en el monedero, y  eso con suerte;  porque otras veces sales con un fajo de billetes y no compras ni la calma. No hay nada de vergüenza en las tiendas por divisa y en la calle, encuentras relativamente lo mismo que cocinaste ayer  y hace dos días y casi lo mismo que llevas cocinando todo un mes. Hoy soy yo quien le llena la cartera cuando estoy en casa, porque su pensión se esfuma en cuestión de horas, cuando antes eso era impensable. Se vive para comer, no se come para vivir. Las sobremesas son para planificar las cazuelas de mañana y para conspirar entre susurros nuestros males. Nadie alza la voz y si se me ocurre hablar más de la cuenta, la risa nerviosa de mi hermana y  de mi madre no tardan en avisarme de que hable bajo, porque la policía está a  dos metros y medio de la pared de la casa. Menuda mierda  la de tener allí un criterio en voz alta, nadie entiende nada, y con el lema de siempre "Nena, no vas a resolver nada", cierro el pico y termino de hacer mi pesada digestión mientras voy fregando los pocos cacharros.

   Yo no tengo dudas; a los cubanos nos sigue gustando nuestra comida, pero no es menos cierto que ante la escases, ya ni siquiera se cocina bien. Entre ollas reinas, arroceras y cazuelas desmangadas sobre antiestéticas hornillas eléctricas, la comida se perpetra. Es un mal plagio a las tradiciones, a los libros de Nitza Villapol  y a la comida de mi abuela. Tantos  años de racionamiento y muerte gastronómica, acabaron con nuestros legendarios fogones, y con ello palo estamos dándole a nuestra cultura. La ruta de las especias se borró de nuestro mapa y todo atisbo de ornamentar  nuestros platos, desapareció. Pero eso al estado poco le importa. Hace más de 25 años que en la televisión ni en ningún lado te enseñan ni a cocinar un salmón, sobre todo porque no hay salmón, el arte de cocinar como dios manda yo creo que nunca existió. Da igual que el espagueti se infle como un dedo o la carne quede como un cartón, no tienes la opción de aprender, de mejorar... Masticar y engullir , que ya de por si, es una bendición.
 ¡Al carajo!  No sé lo que va a pasar en el futuro, no tengo ni idea, pero esto es una realidad al margen del cambio y mientras en los puestos del estado el comején se come las paredes, yo trataré de que la plaga, nunca llegue a la casa de mi madre.

-.Emnis Campos Calzado.