Por quitar la chimenea me he quedado sin
regalo, pero espero que los Reyes Magos sepan tocar el timbre de la
puerta, porque tampoco tengo arbolito y las puertas permanecieron
cerradas toda la noche.
Nací en un país donde a Santa Claus,
Melchor, Gaspar y Baltazar se les denegaba el visado para entrar, donde
la navidad era sólo un rumor entre religiosos y la única verdadera
ideología se llamaba "COMUNÍSMO", con su Rey al más estilo "Papà Noel" pero
enfundado en traje verde olivo y con la saca de regalo en la punta de sus dedos; el dedo era
su varita mágica y las charreteras doradas con sus ramas eran las luces y
guirnaldas. Las ilusiones eran otras, sin negar que fueran
maravillosas.
En mi jardín no habían pinos, sólo cactus, y los regalos
no llegaban, se buscaban y canjeaban con bonos de colores que mi madre
guardaba en su cartera. Si, la ilusión era otra, diferente diría yo;
un sueño traducido en recortes de papel que traían a casa granjitas
llenas de animales, máquinas de cocer y reducidas muñecas soviéticas
perfectamente arregladitas y que, sin embargo, habían nacido en China.
Nunca le he escrito una carta a los Reyes porque la magia de la
navidad no venía incluida en el paquete. Aún hoy sigo mirando con
incredulidad estas fechas, pero espero que dentro de mi cabeza idealista
y ya fosilizada sigan renaciendo brotes verdes de cactus, pinares y
luces de colores para dar la bienvenida a los Reyes Magos, porque aunque
Noel no bajó nunca por la chimenea, mis medias solo se colgaban para
secarse y los tres magos siguieron de largo hacia el Sur, ya preparo
otra chimenea...Ah (un secreto): El año que viene el Claus lo tiene
difícil, la chimenea es una estufa y tiene el escape un poco estrecho,
no creo que quiera ponerse a dieta.
-. Emnis
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