jueves, 24 de septiembre de 2015
"Diario de una opinión muy personal"
Yo creo que no existe un cubano sobre la faz de la tierra que al encontrarse con un extranjero, éste no le pregunte sobre Cuba y Fidel. Se ha convertido en pregunta casi obligatoria. Es como una especie de turismo virtual de primera mano. A mi me pasa todo el tiempo. Pierdo la cuenta de las veces que mis pacientes me preguntan sobre mi país, pero prima más la pregunta sobre: Si tengo la certeza de que Fidel está vivo o sobre mi opinión de qué pasará en Cuba cuando los "Castros" dejen de existir. Entonces llega el momento resumen de contar en breves palabras lo que tanto desean saber, y sin remedios mutilo la mayor parte de la historia porque creo que no van a entender del cuento ni la mitad.
He llegado a la conclusión de que la mayoría que pregunta sobre mi país están más interesados en el tema político que en cualquier otra cosa. Creo que buscan esa opinión especialmente personalizada del nativo, de ese que viene de allí y que sabe supuestamente toda la verdad de punta a cabo.
En diciembre regresé de visitar a mi familia, exactamente cinco días después de que Raúl Castro anunciara al país y al mundo el inicio de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos de América. Desde entonces ya nadie me pregunta por Fidel; ahora la pregunta clave ha sido:
- ¿ Y qué, ha mejorado algo en Cuba ahora que han cambiado las relaciones con los americanos ?
Voy a pensar que se refieren a qué pensamos los cubanos sobre estas nuevas propuestas y aperturas y no sobre si ya hay mejorías, avances y armonía en tan breve período de tiempo.
Al principio me resultaba un poco chocante la pregunta. Tal parece como si la mayoría de la gente que está fuera de Cuba pensara que hay como una especie de muro de Berlín entre La Florida y La Habana, y que se ha caído, que ahora todos podemos pasar de un lado a otro sin problemas, y que se acabó la miseria, y que ahora existe una especie de puente al estilo Brooklyn desde Miami hasta el Morro de la Habana por donde circulan los dólares de una lado a otro, y la gente va y vine cargada de cosa, y los empresarios llegan con planos sobre los hombros para cambiar media isla en un santiamén. Y no es así. La realidad virtual está muy lejos de cualquier realidad nacional.
Aunque el mundo siempre se divide por todos lados y las opiniones no cejan de ser buenas o malas, a favor o en contra, yo tengo mi opinión muy personal, y aunque no vivo ya en Cuba desde hace siete años, allí nací, crecí, estudié, trabajé y vuelvo cuando quiero para visitar a la familia, sé de lo que hablo.
Pasaron cuatro años desde la última vez que regresé a Cuba y lo que encontré tiempo después fue a un pueblo aún más raído, generalmente más empobrecido y desconcertado. No voy a generalizar, hablo exclusivamente de lo que a mi entorno concierne. Cuando llegué a mi cuidad natal, estaba más fea y destrozada que cuando la vi por última vez, pero estaba aún más fea y destrozada que hace diez años y mucho más fea y destartalada que hace veinte años; porque hace treinta años, mi pueblo, ese de Mayarí que yo conozco, no estaba así. Los mayariceros saben de lo que hablo, aquel vallecito florido de toda la vida no se parece ni de cerca a lo que era antes. Contradictorio, porque las comunidades humanas generalmente se desarrollan con el paso del tiempo. Es verdad que con los años las cosas envejecen, pero se ponen interesantes; pero en mi pueblo, el desarrollo se paralizó, toda transformación ha sido aún más decadente; a excepción de algunos proyectos en concretos que no sé si han sido para mejoría o para empeorar situaciones, como el enorme embalse conocido como La presa de los melones, que es como una especie de aneurisma dilatada en la arteria del que fuese el caudaloso río de Mayarí y al que le disminuyeron su caudal para engordar aún más a la vieja y reformada represa y que como consecuencia hoy el río languidece como un simple arroyo cimarrón prácticamente de aguas negras, mientras que la nueva represa sepultó bajo metros y metros cúbicos de agua, algún que otro pueblito de la campiña oriental por las tierras la sierra de Mayarí, eso por poner un ejemplo; y porque no hay una nueva construcción que sea digna de decir ¡Oh wuao!
Todo se ha quedado en los mediocres formatos cuadrados y desazonados de la era socialista.
Por otro lado desde aquí puedo responder a la ya histórica pregunta de que "si Fidel Castro está vivo":
- ¡ SI, FIDEL CASTRO ESTÁ VIVO! hasta el momento en el que escribo esto vive; vive su senilidad en privilegio como cualquier mandatario retirado, vamos que de eso no hay dudas. Además lo dicen los periódicos, sale en la televisión de manera fugaz y asocian los diarios del día con cualquier noticia y su imagen como acta de no defunción. Así que está viejito, encorvado, lúcido y VIVO.
Ahora bien, con respecto a Cuba les puedo asegurar que de aquella revolución narcisista con la que crecí y viví toda mi vida hasta ahora, ya va quedando muy poco, se nota en el estrés social. Ya casi nadie se mira en aquel espejo televisivo de toda la vida, que por cierto, sigue anclado en el mismo lugar de hace quince años, he aquí una muestra de ahora diciembre de 2014,
con la diferencia de que ahora en casa, podemos ver el color de la corbata de Randy, "el eterno moderador", y todo gracias al nuevo televisor que le regalé a mi mamá; el que había antes empezaba a verse morado y como ruso al fin, tenía los colores alterados, todo el mundo en la tele se veía rosado. Ja, ja, ja, ja.
Aquellos tiempos de cuando nos adjudicábamos el título de ser los mejores en casi todo, van desapareciendo. La autosuficiencia creída de aquel sistema es hoy una mera utopía y el perpetuo socialismo, definitivamente va caducando junto con la generación que lo creó, y que ahora es el calendario de la vida quien se encarga de llevarla al borde de la extinción.
Las nuevas generaciones se van alejando de todo marco unitario y de los patrones marxistas que se destiñen lentamente y que pasarán al recuerdo inevitable de una época que se torna muy vintage. Los vicarios del régimen se van acotando y los verdaderos revolucionarios del futuro llegan implacable con nuevas y renovadoras ideas. Aquella adhesión plena de los seguidores del Partido Comunista al marxismo-leninismo como un matrimonio casi católico entre el y todas sus doctrinas se desvanece, y preparan poco a poco los papeles de divorcio; es solo cuestión de tiempo que se haga legal la ansiada ruptura. La mala convivencia, la falta de libertad, la desconfianza, y la rutina matan cualquier amor incondicional cuando se sobrecarga de promesas que nunca se cumplieron.
Con la ineficiencia, las mentiras, la falta de libertad de expresión y la extinta democracia, es difícil estar bien con Dios y con el Diablo. Al muro comunista le han empezado a salir grietas, el pueblo se sacude su inconformidad y muchos han comenzado a librarse del silencio. A la vieja guardia ya le espera la extinción y ante la evolución, es difícil controlar las críticas. Los móviles e internet ahora son el mayor agujero por donde se les escapa la información, y ya es una media realidad. El control que tenían sobre nosotros desde hace medio siglo, se tambalea y caerá definitivamente como La Torre de Babel. Es cuestión del tiempo que todo lo puede.
Fidel Castro jamás será beatificado, así que es cuestión de tiempo que todos aquellos que creyeron en él y en su eterno discurso, se busquen otros ídolos.
La perspectiva que tengo de la Cuba de hoy, es de un pueblo que se pasea por los bordes escarpados de la apocalipsis, tratando de medrar por un futuro que le puede salvar, pero que con el miedo al miedo que provoca el cambio, no se atreven a saltar. Todo fin nos lleva a un nuevo comienzo, pero ese punto de partida por ser desconocido se muestra miedoso, y quedarse del lado de acá, con la escasez racionada pero segura, con la educación marxista pero gratis, con la salud quebrada pero universal para todos, es una opción de confort perfecta para el que no se acostó en otro colchón que no fuera el de aquel relleno de pajas, "es un decir".
Mi pueblo, ese Vallecito Florido como se le conoce, "pero sin flores", me deprimió. Las calles rotas, algunas por reparaciones y proyectos de acueductos y otras porque hace más de 30 años que no se asfaltan y la delgada capa que separa al calzado de la tierra santa ha desaparecido. Se reconstruye a destajo, sin estética ni buen gusto. Los barrenderos se extinguieron y el polvo se ha fosilizado. No hay estructura de mercado, ni siquiera en el mercado negro, porque hoy te venden un trozo de queso agrio y mañana ya no lo tienen, se ha terminado. Y así pasa con todo lo que los cubanos sabemos que hay, de lo poco que dura y de lo fácil que luego desaparece, pero este tema merece otro diario.
Nuestra economía tocó fondo allá por los ´90 y a partir de ahí muchos se empezaron a dar cuenta del enorme descalabro, de la endeble faceta de la dependencia que teníamos con la entonces Unión Soviética y comenzó así la era del descontento social y que ha perdurado en el tiempo. Un descontento que se va tornando intranquilo, pero que se aleja de cualquier debate político por pequeño que sea. En mi país de momento no se admiten más reclamos que no sea el que dicta la ley. Cualquier otra cosa que se salga del margen establecido es neutralizado como si de una mancha se tratase.
Para los que crecieron entre la dictadura de Batista y la revolución, el tiempo solo existe hacia atrás , pero para los que germinan en esta era moderna, el tiempo es oro y no se puede perder ni un minuto mirando más hacia atrás cuando hay tantas cosas que hacer y que cambiar en el futuro. Escucho que hoy las consignas han ido bajando de tono, los reclamos fervorosos ya no son de ¡Patria o Muerte! ni las medallas del triunfo son dedicadas a Fidel. El discurso político ya no es tan erudito ni apasionante, las cosas, como decimos nosotros, van cambiando de color. Mi país es una nación en ruinas, desbancado, endeudado, insuficiente, inmensamente rico en cultura, tradición y geografía, pero que se viste de seda y lino blanco para tapar su empobrecida economía.
Los cambios en Cuba vendrán, el mundo lo verá, es cuestión de tiempo, pero de mucho tiempo; mientras tanto hoy y ahora, salvo algunos cambios, todo sigue de igual a peor.
-.Emnis Campos Calzado.
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