viernes, 27 de mayo de 2016

"Yo también estuve allí"



    Me basta con cerrar los ojos y el espacio-tiempo se pliega frente a mi para escapar a través de un agujero de gusano y retroceder a una velocidad espectacular hasta verme sentada en aquella banqueta justo detrás del cristal bajo las faldas de una húmeda montaña y alejada de todos. En un exclusivo coto verde olivo en las entrañas de la tierra y mirando a Cuba de una manera diferente pasé meses persiguiendo escrupulosamente pájaros de metal.
   No existe en mi vida la más remota posibilidad de que vuelva a estar allí otra vez. Aquello fue un alto en el camino, un paseo voluntario que disfruté con mucha entrega para persiguir mis metas. Una etapa aprendiendo a escribir al derecho y al revés, memorizando minuto a minuto coordenadas, números y alturas, dibujando a ras del suelo a los nuestros y también a los intrusos, y siempre con el miedo a equivocarme porque aquello no admitía errores. Muchas veces mirando al norte con  intriga y hasta en algunas ocasiones deseando al impostor, para poner nervio y acción a noches interminables y aburridas. Yo estuve allí, justo detrás del cristal, tomando notas y a veces creyendome importante.
   Mi vida de estudiante fue una lucha constante contra las notas mediocres, mis padres exigian relevancia y sofisticación y llegar a casa con notas por debajo de la excelencia se traducían en horas extras de estudios, vedados programas de televisión y restringidos horarios de juegos. Sacar buenas notas era la prioridad, pero pese a todo aquel sacrificio, y pese a mis relevantes notas, los números no fueron suficientes para incluirme en las ofertas y me quedé con ganas de haber estudiado medicina a la primera. La meta era esa, ser médico. No quería ser enfermera, ni arquitecta, ni licenciada en filología inglesa, ni ingeniera, ni abogada, "médico, médico, médico" era la palabra mágica, el pasaporte a la realización de mi utópica vocación que deseaba hacer realidad...Y entonces, ocurrió lo inesperado; la niña estudiosa de mamá y papá tenía una meta: Vestirse de blanco y colgarse un "esteto" al cuello, y sin variar mis prioridades, mis sueños, mis metas, juré vestirme de verde y colgarme un fusil al cuello para pelear por lo que más quería, ser médico, con bata blanca y esteto al cuello. Y así fue, decidí mezclar tonalidades para ponerle colores al drama y dar con mi favorito. Mis padres cambiaron de color, ni blanco, ni verde rostro, morados se quedaron, morados cuando les dije: "No voy a la univesidad a estudiar algo que no me gusta, me voy al Servicio Militar Voluntario Femenino y haré todo lo posible por hacerme médico, lo tengo más que decidido." Y morados siguieron hasta el día en que por fin ingresé a la universidad para estudiar, y como la vida militar me gustó tanto, estudié Medicina-Militar... jajajaja. El verde me entusiasmó tanto que me quedé bicolor.
   Volviendo a la plancheta y  es una pena que no tenga yo fotografías de aquella época, pero es algo así como esto para que se hagan  una idea:


Las fotos las tomé prestadas de internet. Escriben mujeres "planchetistas" sólo aparecen cuatro fotos referente al tema, fotos adjuntadas a artículos de la prensa cubana que hablan del papel de la mujer en la defensa del país, pero nada más. Y allí estuve yo, "defendiendo al país", vestida de blanca por dentro y verde por fuera, mirando desde la parte de atrás de un cristal a oficiales que sí decidieron ser verdes para toda la vida. Traduciendo datos temporales, escuchando al derecho y escribiendo al revés, y hacia la izquierda, contra toda mi lógica, visualizando doblemente la imagen, creándome un espejo imaginario que me hiciera ver que lo escrito estaba en el punto exacto, legible y correcto: - "00 (pausa) 002235 (pausa) 2235** 4101** 11/50** 17:51 , son códigos que aún pululan por mi cabeza. 18 minutos después una sirena rompía el silencio de toda una unidad militar anunciando a un intruso que no pidió permiso para pasar. Cinco minutos después tras una ((( ¡Pocisión Uno! ))) Sobre nuestras cabezas, una pareja de pájaros cazadores rompiendo la barrera del sonido viajaban como flechas anunciando al enemigo que no estábamos dormidos y que les estábamos cazando.
   Sí, yo también estuve allí, era planchetista en una unidad de la Defensa Antiaérea de las Fuerzas Armadas, enfundaba traje verde pálido y de mis hombreras solo colgaban señales de soldado raso.
   Para entonces, había que tener mucho amor propio y coraje. Ser mujer en las F.A.R. aunque fuese voluntario, implicaba armarse de valor moral y saltar los muros de la ignorancia, los asedios, duplicar hormonas y demostrar valía. Empezar una vida militar sin haber pasado por las esclusivas Escuelas  Militares para la formación de los futuros oficiles, conocidas como "los Camilitos", era ser de la clase pobre, de los fracasados, de los suplicantes que buscaban segundas oportunidades; pero na, me crecí como si llevara grados de general, me gané el camino hacia mi carrera y  rumbo a la meta, entre tantos corredores, incluyendo a Camilitos, llegué también yo. Cargada con los mejores recuerdos y la dicha de haber estado allí donde my pocos han podido estar.

-.Emnis Campos Calzado

  

 
   

miércoles, 11 de mayo de 2016

"Mami"


    Se llamó Milsa hasta que un error en el registro de identidad, hace unos años, le cambió el nombre por Mirsa; pero eso me da igual, yo la conozco por "Mami".
    Las veces que la he llamado por su nombre han sido en contadas ocasiones cuando le he gastado una broma al teléfono haciéndome pasar por otra persona y le he preguntando por ella, pero detrás de la intriga por reconocerme, me llega la risa floja y me descubre, y como si toda la alegría del mundo se apoderara de ella, me dice:
- ¡Neeena, pero que alegrííía!
Y entonces me vienen las palabras más sencillas del mundo que estoy segura le acarician el alma:
 - ¡Si Mamiiiita ,soy yo ! Y al momento la escucho reír. Y cuando eso sucede, me siento la persona más feliz y afortunada sobre la tierra.
   Si me pongo a resumir aquí sus méritos, sus virtudes, su valor, su integridad, su bondad ante la vida, y su infinita caridad, no me alcanzaría una eternidad para contarlo. Ser mi madre ya la convierte en la heroína de todos los tiempos. Ella ha sido el patrón de mi vida y en el intento de imitar sus pasos me he dado cuenta que mujeres extraordinarias son inimitables, así que no me ha quedado otra que seguir en mi papel de "La hija de Milsa"
   Machete en mano la recuerdo miles de veces, no hay matojo que se le resista. Fíjense si es así que la última vez que vino a España, me trajo un machete, sí, como lo oyen, por la aduana de Barajas se coló un machete de casi un metro, jajajaja. Ella dice que no hay tijera de podar que se compare con un machete, pero que va, yo sigo con mi tijera porque no tengo ni la mitad de la fuerza que tiene mi madre para empuñarlo y de un sablazo arrancarle de cuajo un gajo al eucalipto del patio.
   Mi mamá fue maestra, administradora de una gasolinera, oficinista de una empresa de transporte, económica de correos. Ahora ya está jubilada,  pero mientras todo eso pasaba, la vida y sus necesidades la hicieron zapatera, modista, costurera, artesana, comerciante, albañil, carpintera, electricista, cocinera, en fin... ama de casa y ahora abuela. Un camino plagado de haberes, de pura acción, de circunstancias y finales, que basta  mirarle las manos para descubrir su historia.
 ¿Cómo no amar con devoción a una madre que por encima de todos los problemas, los imposibles y  las dificultades, aterrizaba en la Habana en mitad de la madrugas con dos maletines y una caja repleta de arroz, frijoles, carne congelada y viandas?  Yo gritando S.O.S. a 800 km de su casa y en menos de 12  horas, una vez, hasta trasladando a un muerto que no conocía de nada, llegó a orillas de mi cama para secar mis lágrimas. Hoy cuando recordamos esta historia, con los años aún reímos y al mismo tiempo terminamos llorando.
   Me habían operado por segunda vez, de nuevo un S.O.S. a 800 km de la casa, pero en esta otra odisea perdió en un taxi camino a mi escuela, una caja de cartón llenita de comida. Nosotros, los del  oriente del país siempre que viajamos Cuba de un lado a otro si no llevas comida en abundancia, nos corroe la pena, y no hay maletas como aquí, por eso las cajas... Bueno era de noche y en la Habana y cuando se dio cuenta de su paquete perdido, rauda  se dispuso y anduvo la Habana como Eusebio, y  horas después como el que regresa de una guerra con la victoria plasmada en la cara, abrazada a su cajita, me dijo: - ¡Fui a dar a Alamar, pero aquí está la jama! No sé cómo lo hizo, pero la encontró.


   Esa es mi madre señores: Una sucursal del FBI, una experta en búsqueda y captura, ojo de halcón que todo lo ve, una radar para medir las cosas al vuelo y calcular el rumbo de una tozudez que terminará en desastre. Mami es una especie de un "todo en uno" en una era y país donde nada está incluido.  Basta decirle: - ¡Mamita te necesito! Y no importa el cuándo, el cómo y el dónde, sencillamente como por arte de magia ahí está, y la miro y pienso: "Joder, esta madre mía es como un sherpa subiendo el Everest, no se fatiga y llega sonriente y feliz", y justo después le digo: " Mamita eres la mejor del mundo, como tú no hay dos"... Imposible no amar a una mujer así.
    La mami de la casa, la mami del barrio, la mami de miles de amigos, mami de todos los tiempos. Dibujarle jeroglíficos con la mirada no te vale, te descubrirá al momento. Ella antes de ser madre fue mujer, fue hija, fue adolescente, no le valen las mentiras.
   Mujer de la montaña al llano, de la isla al continente, mujer de la vida, de la tierra, espero que el cielo espere una eternidad para tenerte, porque te necesito aquí, por siempre.

                 " A mi madre. En vida y ahora, para que sepas lo mucho que te admiro y quiero."

-. Emnis Campos Calzado.

 



   
   
 
 
 

martes, 26 de abril de 2016

"Momentos para toda la vida"

   

    Si tuviera la posibilidad de volver al pasado, regresaría justo al día en el que se hizo esta fotografía. Ese día fuimos de visita a la casa de mi abuela y allí estaba toda la pandilla de primos, también amiguitos del barrio, mis tías y mi madre junto a mi abuela Nora. La foto la encontré en un cajón que guardaba mi tía Mirna, que por cierto le borró la cara a sus tres hermanas, entre ellas está mi mamá, fue una época  en la que no se llevaban muy bien con sus hermanas y quiso borrarles las caras, "cosas de familia". Yo me veo muy alta, estoy a la izquierda de la foto en la segunda fila, delante de mi tía Gladys que tiene un pañuelo en la cabeza, seguro que yo estaba encaramada encima de algún cajón porque no era ni por asomo de ese tamaño.
   Mi padrastro siempre cámara en mano captaba muchos buenos momentos de nuestras vidas, pero sin dudas, los días de ir a visitar a nuestra abuela y la familia, lo recuerdo de manera muy especial.  En un barrio llamado La Pedrona,  donde la calle principal era un camino real polvoriento y pedregoso, donde hasta el perro que pasaba levantaba el polvo del camino. A orillas de la calle y en el poco espacio del patio delantero que separaban las casas de la vía, allí jugábamos, hablábamos y corríamos como si aquello fuese un campo de futbol en medio del paraíso. Épocas donde todos los primos éramos pequeños y donde todos los espacios nos parecían enormes aunque midieran cinco metros cuadrados.
   Vivimos muchos años en ese barrio, las primeras casas que veías a la entrada a la izquierda eran la de mis tíos y primos, la nuestra y la de mi abuela. Todas las casitas eran de madera, cada una con olores diferentes. Yo recuerdo que la casa de mi Tía Gladys olía a café tostado; ella  trabajaba como jornalera recogiendo café en las montañas de Mayarí, la mujer tenía un motor en cada dedo y acopiaba tanto café en un solo día, que del tiro la hicieron vanguardia nacional y fue a dar a la antigua Unión Soviética unas vacaciones. En aquella época tener café fuera del racionamiento no era tan delictivo y ella se traía a casa unas cuantas libras de granos de café que luego repartía entre la familia. No me gustaba tomar café, ni tomo, pero aquel olor que desprendía el humo del café tostado era la gloria.
   En cambio la casa nuestra olía a madera seca, a suelo recién mojado, a brisa  que transportaba el polvo que nunca llegaba al suelo porque mi madre era una obsesa  de la limpieza. Recuerdo que las paredes de nuestra casa tenían la madera más pálida de jamás vi. No estaban pintadas, y cada semana como el que se mete debajo de una ducha, mi madre a golpe de manguera bañaba la casa  desde el techo hasta el suelo y el agua corría y se extendía por todos lados. Olor a limpio, a sábanas soleadas, a jabón de tocador, un olor neutral casi estéril, así como cuando subes a una montaña y en la cima inspiras aire puro, así, así olía mi casa.
   La casa de mi abuela, Mmmm que rico... El olor de la casa de mi abuela aún está en mis poros, era el olor de la familia reunida, del pilón y el café recién colado,  de la galleta y el pan guardado, de cortinas batiendo al viento, era nuestro jardín de delicias. Un lugar ameno donde la presencia de mi abuela obraba milagros. Era el lugar de partida y llegada, nuestro edén  terrenal donde los mayores esparcían sus penas y nosotros, los más pequeños, despreocupados jugábamos sin limitaciones y con encanto.
     El tiempo fue pasando y según crecíamos, los espacios se fueron haciendo más pequeños y solitarios. Los amiguitos nos fuimos dispersando, alejando, desapareciendo. Cuando mi abuela nos dejó, la casa dejó de oler a ella; la madera fue sustituida poco a poco por el bloque y el cemento y ahora para recordarla no me queda más remedio que cerrar los ojos y olerme la piel.
    La Pedrona sigue siendo un barrio casi congelado en el tiempo, el camino real sigue igual de pedregoso y polvoriento. Las voces de mis primos se agudizan ahora en progenitores cuerpos tras sus proles y ya nadie corre. Tatica creció, mi hermana engordó, Daniel cambió el taekwondo por la música y emigró. Mi padrastro se marchó con su cámara nikon y mi abuela murió, su pilón desapareció y el café dejó de oler a grano cimarrón y se mezcló.
     Regresé hace dos años al mismo lugar, esta vez con la añoranza aletargada y casi imperceptible, extrañando siempre en la distancia a mi abuela milagrosa, buscando en los rasgos faciales de mis tías huellas de su físico ausente. Definitivamente no está, esta vez el grupo para la nueva foto era pequeño y a los que no estaban los desempolvé de entre las fotografías para traerles de vuelta en mi visita y, sobre la antigua instantánea hice esta foto que traje conmigo para cargar con todos a quienes extraño siempre.
    Si la vida me concediera un deseo, volvería sin dudas al momento de esa foto en el jardín delantero en la calle 6ta, donde nos reuníamos todos y nadie estaba ausente.

-. Emnis


jueves, 24 de marzo de 2016

¿Qué hacer con el que piensa diferente?

   


   No espero un antes y un después tras cada reflexión que me planteo, pero me quedo con el gran alivio que siento al emancipar  mis ideas, esas que  renacen en esta otra etapa de mi vida y que ahora, gozando de total  independencia, les doy el privilegio de la libertad que nunca antes  tuvieron.
   Quienes me conocieron en Cuba supieron de mi carácter, de mis convicciones  y de toda aquella ideología en la que creía y defendía con creces, pero que hoy con marcada diferencia he optado por el cambio. Esto no ha sido cuestión de días. No bastó un abrir y cerrar de ojos para transformar mis sentimientos; por el contrario, ha pasado mucho tiempo y con el, etapas necesarias  en las que poco a poco he ido adquiriendo la capacidad de obrar por reflexión y elección propia hasta liberarme de lo que decidí ya no formaría parte de mi vida.
   Digo esto porque he visto y escuchado reacciones  significativas a raíz de la visita de Obama a Cuba, unas a favor, otras en contra y unas más mediáticas que otras. Pero también saltan a la palestra indignados que tienen sus puntos de vista en su desfasada convicción y que no por ello hay que lapidarles.
    En Cuba son muchos los que públicamente se suman al clamor de la independencia y la democracia, pero no son mayoría y los que se atreven a desafiar los micrófonos para expresar  lo que realmente piensan todavía no componen un verano. Pero también quienes sí se sienten identificados con el sistema en el que siempre han vivido no disimulan su orgullo y lo gritan a voces. Normal, espero que muchos de los que estamos del lado de acá, atentos a la crítica libre no hayan olvidado lo mucho que compartíamos los mismos ideales y lo difícil que se hacía y cuesta aún opinar lo contrario.
   Son tiempos de cambios, es verdad, la humanidad evoluciona a un ritmo muy acelerado, pero no esperen un milagro en Cuba tras la visita de Obama. Lo acontecido ha sido solo un permiso en la historia de la isla donde los más afortunados fueron los medios de prensa y las cámaras.
   Acertar cuando se critica a un sistema o convencer cuando se le defiende, es un juego de roles en el que quienes nos implicamos fallamos o no. Hablar de Cuba, mi país, es muy controversial. Hay muchas cosas buenas y otras malas y cada quien escoge con  cuál de ellas entretenerse. Muchos saben que para los cubanos de barrio adentro  la vida puede ser muy hostil, pero para ellos es una vida conocida, y sobrevivir en ella ha sido su única identidad cotidiana, así que cualquier voz de cambio es sacarles de su zona de seguridad y, llevarles a otra con mejor confort crea incertidumbre.  Pasa que hay quienes duermen toda una vida sobre el suelo y  acostarse en un colchón de plumas le puede parecer incómodo. Han sido muchísimos años viviendo bajo una fórmula muy estudiada y alterar el orden confunde al entretenido.
   Los listos aprovecharon su ingenio y  dieron el salto, felicidades por ello, pero los obedientes, que fuimos muchos (y me incluyo porque hasta hace unos diez años pensaba como la mayoría),  se quedaron en las filas de la eterna cola que aún les mantiene organizados. En Cuba hay mucha gente dispuesta a defender su identidad, una identidad muy enraizada en un pasado que les ha enseñado que no hay mejor camino que el socialismo. Un pasado proletario metido en sus genes que los alejó de cualquier pluralidad y en la que el gen dominante ha sido un partido político único con toda su hegemónica influencia en función de las masas, sin alternativas, sin otro rumbo que no fuese el que ellos se plantearon.
    ¿No sé por qué puede causar asombro el que una federada cubana critique el discurso de Obama o que un joven socialista defienda con total  parangón  su amada revolución socialista? Pero como sé que a lo bueno y a la libertad nos acostumbramos muy rápido y olvidamos ciertas cosas, voy a recordarles un tanto la memoria  para que  interpreten  y no se asombren del que piensa diferente.

  La Revolución Cubana emanó  de una Sierra Maestra conquistada por rebeldes, rebeldes que desde el minuto cero se pusieron a la vanguardia de todo y erigieron  “sin preguntar” la cima hacia donde  debía de ir encaminado el pueblo. Una guerrilla que impuso sus propias leyes siempre bajo el odio eterno al enemigo, una guerrilla resentida hasta el tuétano que irrumpió en nuestras vidas con el pretexto de salvarnos y claro, ante tal resurrección  no hubo tiempo a la reacción, los inconformes se fueron y los que  se quedaron, obedecieron y cooperaron con el naciente partido, quedando en tal deuda y tal voluntaria sumisión  que ignoraron el poder que le estaban confiriendo a los recién llegados.  Se forjó entonces un sistema tan colectivo y próspero entre sus miserias, que el que no exilió y se quedó en medio de su inconformidad, fue controlado, castigado y reprimido por la misma comunidad. La pobreza era tan grande y tan generalizada que la ignorancia sacó sus propias conclusiones y pensó que aquello era lo legítimo. Y así, se nos entregaron tierras y propiedades confiscadas de “los malos”, que  ahora cambiaban de dueño y que seguían siendo propiedades del estado en manos  de todos pero con el control estricto de ellos…  Un  “ Vaya, te lo regalo, pero no lo puedes vender, ni hacer lo que quieras con el.”
    Lo reconozco: Yo fui parte de esa masa preparada,  yo fui la célula replicada de mi madre que nació en el agar-agar  adecuado  aprendiendo a distinguir al enemigo y ayudando a replicarme entre los equivocados para anularlos y sumarlos.  Para nadie es un misterio que  a cambio de salud, educación e igualdad entre el hombre y la mujer, se nos restringieron los derechos civiles, se nos anularon los derechos políticos, la libertad de elegir, de expresarnos libremente y nos divorciaron  de cuantos elementos externos pudieran  hacer despertarnos del letargo. Fueron auténticas Tácticas Fabianas que nos desgastaron y que cauterizaron en nuestras mentes la idea de lo que pudo ser una sociedad democrática que no llegó ni por asomo. Según fui aprendiendo y engordando del marxismo-leninísmo, no necesité saber lo que significaba la democracia y poco a poco “me radicalicé “. Yo también llegué a pensar como ellos, sí como la federada y como el joven comunista, porque fui parte de todo eso y no me avergüenzo, sencillamente no  tenía la oportunidad de ver más allá de mi nariz.
     Pero el tiempo es juicios y  todo lo pone en su lugar. Son momentos  innegables de grandes avances tecnológicos,  avances que nacieron del ingenio humano y  precisamente es el ingenio humano el que hace que los cubanos  salten los muros de la censura  y corrijan su destino, debilitando poco a poco al poder unitario y dejando que aflore la pluralidad y la convivencia.  Y lejos de diferenciar, de señalar y de reprochar al que piensa diferente,  hay que tratar de llevar el cambio desde la razón y la concordia y pensar que los cubanos antes de liberarse de un régimen totalitario, primero tendrán que liberarse de sus viejas y arraigadas convicciones. Ignoramos muchas libertades democráticas, ignoramos hasta nuestros derechos humanos fundamentales porque nunca a nuestras manos llegaron de forma clara ni numerados. Tendremos que aprender a madurar, tendremos que alfabetizar nuestra cultura económica, aprender de leyes, de comercio, de política, perder el miedo y reclamar derechos y solo entonces cuanto estemos preparados y educados para salir del subdesarrollo social, sabremos el poder que tenemos como pueblo y como masas para triunfar.
  
   -.Emnis Campos Calzado


martes, 20 de octubre de 2015

"Mis bolígrafos"

Todo trauma tiene consecuencias visibles. Suelo tener bolígrafos por todos lados. En el coche llevo al menos tres, en casa ya lo ven, esos que tengo sobre la mesa, en la consulta tengo toda una gaveta repleta y una vez en mi cartera llegué a tener 16, ese fue el record, desde entonces trato de no pasarme y suelo llevar de media unos cinco o seis bolis.
Es imperativo para mi tener bolígrafos a la vista. Cuando veo un boli que me gusta me lo compro. Suelo ir dejando recuerdos, me encanta que cualquiera me pida un bilígrafo y decir sin miedo a quedarme sin ninguno "quédatelo, te lo regalo".
Este es mi mini Síndrome de Diógenes, acaparo bolígrafos. Me gusta la mezcla de colores y no importa si son elegantísimos o no, para mí lo importante es que cuando yo escriba, la bolita ruede y salga la tinta sin tanto esfuerzo ya que suelo tomar muchas notas, escribir recetas y rellenar facturas. Mi momento cumbre suele ser cuando le escribo cartas a mi madre. Tengo una legión de bolis Bic con tinta de gel que de mirarlos escriben solos, mi madre merece lo mejor, sí porque aunque nos escribimos correos muy a menudo, solemos enviarnos cartas escritas con bolígrafos. Ella tiene una letra maravillosa, al igual que mi padre y por ende, tengo que esforzarme para que mis letras se vean también elegantes y legibles.


Recuerdo que algunas veces, durante la carrera de medicina, solían darnos un bolígrafo para tomar apuntes, pero esas veces fueron muuuuy escasas y había que ingeniárselas para tener siempre algo con lo que escribir, no siempre tenía dinero para comprarme un boli. Toda mi vida escribí con lápiz, pero eso dejó de ser así cuando entré a la universidad, donde las notas tenían que ser a tinta por la imperiosa necesidad de escribir más rápido y no dejarle nada a la memoria. No tenía ni ordenadores, ni cámaras para filmar conferencias, ni mucho menos literatura actualizada para estudiar, por lo que el peso de todo radicaba en las notas que tomana mientras el profesor hablaba.

Mi padre me regaló una vez una pluma estilográfica y a falta de bolígrafos esa era mi salvación, porque rellenaba los cartuchos con tinta pelícano una y otra vez cuando aparecía, pero el mejor de todo era el rojo aseptil: Mi gente sabe de lo que hablo jajajajaja. Y cuando el rojo aseptil se terminó, tirábamos del azul de metileno o la violeta genciana. No sé cuántas veces teñí de azul o rojo mi uniforme, mis dedos y hasta mi boca. La cuestión era escribirlo todo aunque fuese con carbón. En mis tiempos de universidad perder un bolígrafo era como perder un trozo del cerebro, mi memoria estaba en las notas, esas eran mi "memory flash", mi disco duro, mi todo.

Luego pasó que cuando comencé el internado de medicina, la especialidad y a trabajar escribía como una condenada. Como no teníamos impresos para recetas, historias clínicas y resúmenes médicos, había que escribirlo todo a mano y con tinta. Eran kilómetros y kilómetros de letras enlazadas que juro al menos las mías, bien podrían llegar a la luna.
Y aunque ahora tengo computadoras y memorias USB y disco duros y cámaras y todo ese ejército tecnológico, sigo escribiendo muchas cosas a mano porque me encanta la caligrafía, por eso acaparo bilígrafos, la carencia es un trauma y el recuerdo de aquellos tiempos siguen haciendo nudos marineros en mis neuronas. La mitad de los bolígrafos que tengo no los voy a utilizar en mi vida, pero están ahí, amortiguando carencias que caducaron, pero que aún hacen vigilia en mis recuerdos. Ah y los que voy utilizando, no los guardo, con gusto los voy tirando, aunque los tengo hasta que dejan de escribir y varias veces me sorprendo dándole tirones con el brazo para que suelten hasta la última gota, jijijijiji.
-.Emnis.

viernes, 2 de octubre de 2015

Diario de una opinión muy personal. Parte II "Inventar para comer"



   
 Había comenzado esta parte de mi escrito contando  la historia de cuando en mi país había prácticamente “de todo” y el menú de la cena era muy variado y colorido. Pero cuando tiré del cálculo, me percaté que hablar de cualquier cosa que atañe a más de veinte años atrás y que se aleje de la época de las pantallas táctiles,  ya parece demasiado remoto e increíble en el tiempo, así que me remitiré al mes de diciembre del año pasado que es lo más fresco que tengo, de cuando estuve en Cuba. Y como la economía va de mal en peor, voy a sacar mis propias conclusiones de lo que sigo pensando con respecto a la situación actual en la que vive la mayoría de la gente de mi país y que no es más que la prolongación de la versión más mala de lo que han sido los últimos veinticinco años de mi tierra. Yo no soy patriota, soy simplemente una cubana más viviendo en el extranjero, pero con la mayor parte de la familia en Cuba y que aún ayudando a unos pocos, no terminan de resolver sus míseros y básicos problemas por mucho que se esfuercen. Los que no tienen ni un cuc de regalo, esos están aún peor, aunque aparentemente demuestren lo contrario.

     Cuando el socialismo Ruso se fue a pique, nosotros quedamos colgados de la nada. Caímos en una depresión económica tan descarada, que todo el problema se lo achacábamos al imperialismo y su bloqueo con relación a Cuba y  entonces fuimos totalmente incapaces de hacer las cosas bien y pegar el cambiazo que necesitábamos en aquel momento. De haber sido así, hoy la vida en mi país hubiese sido diferente. Pero no, la alegoría revolucionaria y el fanatismo social, nos arraigó a una absurda ideología que lo único que ha logrado es llevarme a este punto de decepción, “al menos a mi”.  Entonces pasó que Cuba entera se sumió en una era “ESPECIAL” sin precedentes, y de tener un bienestar social aceptablemente bueno, pasamos a ser aún más tercermundista de lo que éramos. El luto por la pérdida de la vaca bolchevique que nos alimentó durante tantos años, se volvió patológico; por lo que,  huérfano y aislados en medio del Caribe, tuvimos que reinventarnos y aprender a sobrevivir cada día, como un ternero destetado en medio del Masái Mara y sin pastos.

Que la revolución marxista-leninista sobreviviera, nos hizo aún más obstinados y tolerantes con la miseria que nos atrapó...Pero cuando hablo de reinventarse, me refiero al pueblo que se reinventa, que son: mis vecinos, tu vecino y el vecino de; no hablo de ministros, diplomáticos, jefes y coroneles dotados de extras al margen de la escasez. (De los que viven dependiendo de la familia que radica en el extranjero, del que recibe la moneda dura de alguna que otra manera, ni hablar, eso es un tema que también requiere otro diario). Hablo de la gente inscrita y estatalmente racionada, de los que sobreviven al margen, del que vive con lo mínimo;  de amigos y conocidos de toda la vida que ni siquiera puede hacer trueque con la ilegalidad, porque no tienen ni un duro disponible para hacerlo. La ridícula pensión o salario del que disponen la mayoría, no se corresponde ni remotamente con la demanda y su disparatada oferta.

    La corrupción, el hurto, la desviación de recursos y el acaparamiento, fueron siempre flagelos de la sociedad en la que crecí, pero se sucedieron mucho más con el devenir del moribundo campo socialista. El abastecimiento mermó tanto, que la escasez llegó para quedarse y hacerse crónica. Este sistema en el que se sumerge mi país, se presta ingeniosamente para el trueque ilegal y luego, cuando ya no encuentras nada  que cambiar o vender, ni siquiera el trueque sobrevive. Se roba a manos llenas en todos los sectores de la economía y lo robado,  se vende y se revende. El más necesitado no se limita a comprar por la vía ilegal y favorece el hurto; y el ladrón necesitado,  resuelve sus problemas con lo robado. Y así el desfalco se va haciendo cada vez mayor, mientras los datos económicos se van empolvando con la falsedad de toda la vida para mantener a un sistema que no se sostiene económicamente, ni aunque se reinvente;  pero que sigue ahí, de cara al mundo  y de espalda a sus ciudadanos.

    Siempre he tenido en mi mente a mi madre, ella ha sido una excelente gestora en casi todos los campos de la vida cotidiana. Si antes de que todo se volviera una mierda, ella ya tenía bien desarrollado el arte de la planificación, la creatividad y la logística, en estos  años se ha convertido en una profesional, experta en garantizar que todo siga funcionando relativamente normal, pero las gestiones se complican y el disgusto le machaca cada día la vida.  Y aún así, siempre me sorprende cuando “inventa” para sacar de donde no hay, un pesito para comer cuando yo no le puedo mandar. Ella se suma a esa larga lista de empleados sumergidos, que arreglan su vida como pueden y lo mismo vende un bolso, una tarta que un batido. Da igual, hace lo sea para comprar lo poco que hay y suplir las carencias de cada día.

     La peor parte de la crisis se lo ha llevado la cocina. Y aunque en Cuba esto ha sido siempre el tema del día en cada sobremesa; ella, LA COCINA, se ha convertido en el dolor de muela, la migraña, el cólico y la angina de pecho de cualquier familia en una casa, si tienes una cocina relativamente equipada, con un buen fogón de gas y un abastecimiento continuo de este combustible, no hay tanto problema. La muerte viene con los que tienen una sola olla eléctrica y tienen que cocinar, al mismo tiempo que calentar agua para bañarse, o los que tienen fogones de petróleo, las cazuelas mutiladas o una mísera hornilla eléctrica.  Sin hablarles del infarto cerebral que provoca  “El MENÚ” del día o de mañana.

    Creo que la mayoría de los cubanos  piensan que nuestra comida es la mejor del mundo, y no es así, vamos, ni por asomo. Sin embargo, yo creo que la mejor comida del mundo es la que me cocina mi madre cuando asumo con fe ciega, su total deseo de alimentarme bien, y cuando a ese momento se le suma el tiempo que llevo sin verla, sin estar en casa y  extrañando ese aroma peculiar de toda la vida, ahí todo se vuelve aún más delicioso y único. Pero eso no me ciega y sé, que nuestra gastronomía no es la mejor del mundo, para nada.

    Nuestra cocina es una mezcla y fusión de la comida española, italiana, africana y caribeña, pero este folclor es difícil hoy en día detallarlo al milímetro y hacerlo realidad en nuestras casas. La miseria todo lo degrada. Y así como se ha degradado la educación, la salud y la economía, la cultura culinaria también se ha degradado y empobrecido. Lograr en un hogar común cualquiera del territorio nacional, juntar en una mesa una opción gastronómica mínimamente adecuada y certera, ya es una odisea. A la hora del desayuno, del almuerzo y de la comida, casi todos los platos de comida en cada casa, tienen el mismo  sabor, olor y color. Y aunque cuando hay visita se trata de tirar la casa por la ventana, el menú sigue teniendo la misma plantilla, dígase variedad, porque en cantidad no hay quien nos gane, sobre todo si se trata de servir frijoles, arroz, carne y ensalada, yuca o frituras, todo en el mismo plato.



No voy a perder el tiempo enumerando las de cosas que no hay para acompañar el desayuno, el almuerzo o la comida; solo decirles que el acto de comer se vuelve un exorcismo ridículo y al mismo tiempo gracioso entre bocado y bocado, para criticar y reírnos de la situación actual, y que tal es el rutinario desprecio por la forma en que llega el pan nuestro de cada día a nuestras mesas, que engullir sin degustar es la mejor opción.

   Si una cosa buena tiene internet es que encuentras de todo, y cuando recuerdas algo que leíste un día, y escribes tres palabras, Google te saca cualquier referencia de debajo de la manga y esto que buscaba y encontré decía así:

   -  "No se les ocurra socializar la agricultura. Dejen en paz a los pequeños productores, no los toquen. Si no, pueden decir adiós al buen vino, a los buenos quesos y al excelente foie gras.”  Eso le recomendó Fidel Castro al líder del Partico Comunista francés, George Marchais allá por los años ´80…  Menuda manera de conocer la verdad y aplicar todo lo contrario. Candil de la calle y oscuridad de la casa que era este Fidel. Porque  eso fue lo que nos pasó. Él mismo se encargó del poder absoluto y la socialización de todo, y fue  demasiado socialismo representado en un Acopio improductivo que en todas sus facetas nos trajo hasta aquí, hasta la mesa de la cocina de mi madre donde muchas veces lo único que hay es plátano, arroz y huevo frito.

    El ministerio de la agricultura se ha convertido en un esperpento incapaz de buscar soluciones viables para los que tienen ganas de cultivar. Las cosechas hace ya muchos años que crecen solo en las noticias y el pueblo no ve una patata (al menos donde vive mi madre, en Mayarí) desde hace años
Hablo también de cuando las carnicerías se convirtieron en almacenes de solo huevos, porque recuerdo que la carnicería  y la bodega de mi barrio  tenían hasta nevera donde mostraban la carne el queso crema, la mantequilla. Eso desapareció, y no solo de las neveras de la calle, si al refrigerador de mi madre, le sacas las botellas de agua, los plátanos y los huevos bien puedo meterme dentro  de el con el resto de las cosas y sigue sobrando espacio.

Todo se fue mudando sin posibilidad de permuta, nada regresó, nada volvió, y la carnicería que hoy espera abastecerse de algo más que huevos, también se vació.  No esperes que los huevos sean frescos o tengan fecha de caducidad, eso poco importa, la salmonela ya forma parte de nuestra flora intestinal y se ha vuelto inocua... ¡Ay, si yo les contara!


      Antes yo hurgaba en el monedero de mi madre y siempre tenía pesos y monedas. Se iba a la calle de compras y volvía con la cesta  llena y con vueltos dentro de su cartera. Hoy sales a la calle con  dinero y vuelve con la cesta medio vacía y con escaso vuelto en el monedero, y  eso con suerte;  porque otras veces sales con un fajo de billetes y no compras ni la calma. No hay nada de vergüenza en las tiendas por divisa y en la calle, encuentras relativamente lo mismo que cocinaste ayer  y hace dos días y casi lo mismo que llevas cocinando todo un mes. Hoy soy yo quien le llena la cartera cuando estoy en casa, porque su pensión se esfuma en cuestión de horas, cuando antes eso era impensable. Se vive para comer, no se come para vivir. Las sobremesas son para planificar las cazuelas de mañana y para conspirar entre susurros nuestros males. Nadie alza la voz y si se me ocurre hablar más de la cuenta, la risa nerviosa de mi hermana y  de mi madre no tardan en avisarme de que hable bajo, porque la policía está a  dos metros y medio de la pared de la casa. Menuda mierda  la de tener allí un criterio en voz alta, nadie entiende nada, y con el lema de siempre "Nena, no vas a resolver nada", cierro el pico y termino de hacer mi pesada digestión mientras voy fregando los pocos cacharros.

   Yo no tengo dudas; a los cubanos nos sigue gustando nuestra comida, pero no es menos cierto que ante la escases, ya ni siquiera se cocina bien. Entre ollas reinas, arroceras y cazuelas desmangadas sobre antiestéticas hornillas eléctricas, la comida se perpetra. Es un mal plagio a las tradiciones, a los libros de Nitza Villapol  y a la comida de mi abuela. Tantos  años de racionamiento y muerte gastronómica, acabaron con nuestros legendarios fogones, y con ello palo estamos dándole a nuestra cultura. La ruta de las especias se borró de nuestro mapa y todo atisbo de ornamentar  nuestros platos, desapareció. Pero eso al estado poco le importa. Hace más de 25 años que en la televisión ni en ningún lado te enseñan ni a cocinar un salmón, sobre todo porque no hay salmón, el arte de cocinar como dios manda yo creo que nunca existió. Da igual que el espagueti se infle como un dedo o la carne quede como un cartón, no tienes la opción de aprender, de mejorar... Masticar y engullir , que ya de por si, es una bendición.
 ¡Al carajo!  No sé lo que va a pasar en el futuro, no tengo ni idea, pero esto es una realidad al margen del cambio y mientras en los puestos del estado el comején se come las paredes, yo trataré de que la plaga, nunca llegue a la casa de mi madre.

-.Emnis Campos Calzado.

martes, 29 de septiembre de 2015

"En la zona de confort"


Nuestra zona de confort a veces es el lugar perfecto para aburrirnos y no hacer nada. Aún si estamos cómodos con todo lo necesario para vivir, quedarse al margen se puede convertir en la rutina perfecta para desencadenar nuestra apatía hacia todo lo que nos rodea.
Hay personas tan metidas en su zona de confort, que experimentar aventuras les parecerá un drama y de ahí que cualquier gestión, por fácil que parezca, se convertirá en una tormenta dentro de un vaso de agua.
Si te quedas estático ante las adversidad o si simplemente te apartas para librarte de ella, te transformarás en un ser solitario e ignorante de todo y , llegará el momento en que sentirás que tu zona de confort se reducirá y todo cuanto tenías dentro, te parecerá pequeño. El estar cómodo en tu zona de confort no implica que no te expandas; tienes que confiar en tu intuición y avanzar, de lo contrario serás siempre un inadaptado y solitario ser al borde la vida, esperando el devenir de la muerte.
Recomendarte a que asumas riesgos es coherente. Todo aquello que te limite a descubrir lo que hay más allá de tu área de seguridad, te estará mutilando tu realización personal. El saltar hacia lo desconocido te hará caer, pero a menos que haya un fracaso total, aprenderás a levantarte y caminar, forjar tus experiencias y volar. Te enseñará que fuera de tu zona de confort, hay en todos los aspectos de tu vida, algo más que fortalecerá tu autoestima y al mismo tiempo tu felicidad.


-.Emnis.