jueves, 24 de marzo de 2016

¿Qué hacer con el que piensa diferente?

   


   No espero un antes y un después tras cada reflexión que me planteo, pero me quedo con el gran alivio que siento al emancipar  mis ideas, esas que  renacen en esta otra etapa de mi vida y que ahora, gozando de total  independencia, les doy el privilegio de la libertad que nunca antes  tuvieron.
   Quienes me conocieron en Cuba supieron de mi carácter, de mis convicciones  y de toda aquella ideología en la que creía y defendía con creces, pero que hoy con marcada diferencia he optado por el cambio. Esto no ha sido cuestión de días. No bastó un abrir y cerrar de ojos para transformar mis sentimientos; por el contrario, ha pasado mucho tiempo y con el, etapas necesarias  en las que poco a poco he ido adquiriendo la capacidad de obrar por reflexión y elección propia hasta liberarme de lo que decidí ya no formaría parte de mi vida.
   Digo esto porque he visto y escuchado reacciones  significativas a raíz de la visita de Obama a Cuba, unas a favor, otras en contra y unas más mediáticas que otras. Pero también saltan a la palestra indignados que tienen sus puntos de vista en su desfasada convicción y que no por ello hay que lapidarles.
    En Cuba son muchos los que públicamente se suman al clamor de la independencia y la democracia, pero no son mayoría y los que se atreven a desafiar los micrófonos para expresar  lo que realmente piensan todavía no componen un verano. Pero también quienes sí se sienten identificados con el sistema en el que siempre han vivido no disimulan su orgullo y lo gritan a voces. Normal, espero que muchos de los que estamos del lado de acá, atentos a la crítica libre no hayan olvidado lo mucho que compartíamos los mismos ideales y lo difícil que se hacía y cuesta aún opinar lo contrario.
   Son tiempos de cambios, es verdad, la humanidad evoluciona a un ritmo muy acelerado, pero no esperen un milagro en Cuba tras la visita de Obama. Lo acontecido ha sido solo un permiso en la historia de la isla donde los más afortunados fueron los medios de prensa y las cámaras.
   Acertar cuando se critica a un sistema o convencer cuando se le defiende, es un juego de roles en el que quienes nos implicamos fallamos o no. Hablar de Cuba, mi país, es muy controversial. Hay muchas cosas buenas y otras malas y cada quien escoge con  cuál de ellas entretenerse. Muchos saben que para los cubanos de barrio adentro  la vida puede ser muy hostil, pero para ellos es una vida conocida, y sobrevivir en ella ha sido su única identidad cotidiana, así que cualquier voz de cambio es sacarles de su zona de seguridad y, llevarles a otra con mejor confort crea incertidumbre.  Pasa que hay quienes duermen toda una vida sobre el suelo y  acostarse en un colchón de plumas le puede parecer incómodo. Han sido muchísimos años viviendo bajo una fórmula muy estudiada y alterar el orden confunde al entretenido.
   Los listos aprovecharon su ingenio y  dieron el salto, felicidades por ello, pero los obedientes, que fuimos muchos (y me incluyo porque hasta hace unos diez años pensaba como la mayoría),  se quedaron en las filas de la eterna cola que aún les mantiene organizados. En Cuba hay mucha gente dispuesta a defender su identidad, una identidad muy enraizada en un pasado que les ha enseñado que no hay mejor camino que el socialismo. Un pasado proletario metido en sus genes que los alejó de cualquier pluralidad y en la que el gen dominante ha sido un partido político único con toda su hegemónica influencia en función de las masas, sin alternativas, sin otro rumbo que no fuese el que ellos se plantearon.
    ¿No sé por qué puede causar asombro el que una federada cubana critique el discurso de Obama o que un joven socialista defienda con total  parangón  su amada revolución socialista? Pero como sé que a lo bueno y a la libertad nos acostumbramos muy rápido y olvidamos ciertas cosas, voy a recordarles un tanto la memoria  para que  interpreten  y no se asombren del que piensa diferente.

  La Revolución Cubana emanó  de una Sierra Maestra conquistada por rebeldes, rebeldes que desde el minuto cero se pusieron a la vanguardia de todo y erigieron  “sin preguntar” la cima hacia donde  debía de ir encaminado el pueblo. Una guerrilla que impuso sus propias leyes siempre bajo el odio eterno al enemigo, una guerrilla resentida hasta el tuétano que irrumpió en nuestras vidas con el pretexto de salvarnos y claro, ante tal resurrección  no hubo tiempo a la reacción, los inconformes se fueron y los que  se quedaron, obedecieron y cooperaron con el naciente partido, quedando en tal deuda y tal voluntaria sumisión  que ignoraron el poder que le estaban confiriendo a los recién llegados.  Se forjó entonces un sistema tan colectivo y próspero entre sus miserias, que el que no exilió y se quedó en medio de su inconformidad, fue controlado, castigado y reprimido por la misma comunidad. La pobreza era tan grande y tan generalizada que la ignorancia sacó sus propias conclusiones y pensó que aquello era lo legítimo. Y así, se nos entregaron tierras y propiedades confiscadas de “los malos”, que  ahora cambiaban de dueño y que seguían siendo propiedades del estado en manos  de todos pero con el control estricto de ellos…  Un  “ Vaya, te lo regalo, pero no lo puedes vender, ni hacer lo que quieras con el.”
    Lo reconozco: Yo fui parte de esa masa preparada,  yo fui la célula replicada de mi madre que nació en el agar-agar  adecuado  aprendiendo a distinguir al enemigo y ayudando a replicarme entre los equivocados para anularlos y sumarlos.  Para nadie es un misterio que  a cambio de salud, educación e igualdad entre el hombre y la mujer, se nos restringieron los derechos civiles, se nos anularon los derechos políticos, la libertad de elegir, de expresarnos libremente y nos divorciaron  de cuantos elementos externos pudieran  hacer despertarnos del letargo. Fueron auténticas Tácticas Fabianas que nos desgastaron y que cauterizaron en nuestras mentes la idea de lo que pudo ser una sociedad democrática que no llegó ni por asomo. Según fui aprendiendo y engordando del marxismo-leninísmo, no necesité saber lo que significaba la democracia y poco a poco “me radicalicé “. Yo también llegué a pensar como ellos, sí como la federada y como el joven comunista, porque fui parte de todo eso y no me avergüenzo, sencillamente no  tenía la oportunidad de ver más allá de mi nariz.
     Pero el tiempo es juicios y  todo lo pone en su lugar. Son momentos  innegables de grandes avances tecnológicos,  avances que nacieron del ingenio humano y  precisamente es el ingenio humano el que hace que los cubanos  salten los muros de la censura  y corrijan su destino, debilitando poco a poco al poder unitario y dejando que aflore la pluralidad y la convivencia.  Y lejos de diferenciar, de señalar y de reprochar al que piensa diferente,  hay que tratar de llevar el cambio desde la razón y la concordia y pensar que los cubanos antes de liberarse de un régimen totalitario, primero tendrán que liberarse de sus viejas y arraigadas convicciones. Ignoramos muchas libertades democráticas, ignoramos hasta nuestros derechos humanos fundamentales porque nunca a nuestras manos llegaron de forma clara ni numerados. Tendremos que aprender a madurar, tendremos que alfabetizar nuestra cultura económica, aprender de leyes, de comercio, de política, perder el miedo y reclamar derechos y solo entonces cuanto estemos preparados y educados para salir del subdesarrollo social, sabremos el poder que tenemos como pueblo y como masas para triunfar.
  
   -.Emnis Campos Calzado