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Ilustración por Yasser Castellanos de la serie Pensando en Cuba. |
Donde ahora hay grises, antes resplandecían colores mates y brillantes. Una luz amarilla cuelga de un cable y en el rincón se descama un mueble por el tiempo y sus brisas. Inconfundible diario a cuatro hojas y una tele gorda cuidada con mimo me rebela una imagen analógica y opaca de un canal educativo que saltó fronteras y se coló justo en ese sitio y a esa hora. De este a oeste un ventilador revuelve el aire caliente y sobre la mesa un jarrón con una flor de girasol.
Humildad, modestia, orden y resignación, mucha resignación balanceándose mientras la mirada se pierde puerta afuera y se aleja buscando una salida de escape, un espectro que les cruce al otro lado, hacia un algo que es real. Un que se yo que a ellos, aún se les resiste.
En casa de todos, unos con más, otros con menos, voy entrando y saliendo sin dejar impronta, solo un saludo y afecto. Pero los veo, hace años que no lo notan, yo sí, y aunque les quiero reconozco que son débiles, incapaces de ofrecer resistencia porque carecen de confianza en sí mismos. Están demasiado asustados como para compartir su odio contra una escasez que no merecen. Murmurar en la intimidad sobre la inconformidad, es un deseo incontenible a la luz del día y se refugian en la esperanza de que algún día alguien con más valor y confianza destape la caja de Pandora y se levante para opinar sin miedo. Me miran y tras conocer mis llanos pensamientos se les palpa en el rostro la pregunta ¿Y de qué nos sirve pensar como tú? Y asumen el sacrificio sin más objetivos que un futuro incierto. La dictadura les cambió de logo y aún se resisten a reconocerla.
Algunos me preguntan sobre España y sus crisis, como tratando de invocar al más allá y viajar en el tiempo, pero los encantados y los dopados por la miseria solo me recuerdan lo que yo ya sé, lo que no olvido, lo que bien viví. Retóricas de una vida que muta lentamente y que me toca en la distancia porque detrás, los míos. Imposible alejarse, imposible ser solo poeta y elegante, hay que ser confesor y apretar los labios para no profesar más odio y rebeldía en una tierra que me trata como una hija ajena.
Cuando conocí a mi vecina, la de la esquina, le dolía el alma, pero el dolor nunca curó y le sigue pasando factura, sin remedios, ni cura. Dos calles más arriba los mismos portales apuntalados, escombros perpetuos del penúltimo huracán y una calle polvorienta. Dentro de la casa siguen temblando los cristales tras el paso de camiones, y por las rendijas se cuela el polvo imperecedero que vuelve una y otra vez.
La gente pasa, reconoces con dudas aquel chico del 11no.B que en su espalda lleva la fatiga intercambiable de toda su vida. La plaza ya no es un lugar grande, antes no veía su desaliño y ahora me parece tan marginal y decadente que ni siquiera me parece familiar.
Regresar se me ha vuelto un mero trámite, un cumplido, una especie de pase de lista para decir "¡Presente!" y seguir.
Me siento como si hubiese nacido en otro mundo. Tal vez sean los años, pero comienzan a aparecer lagunas que ahogan los recuerdos y al desecar la realidad solo quedan ruinas.
Siento lástima, la Patria se me muere. A duras penas sobrevive mi bandera como un souvenir mas detrás de mi puerta. El pasado corre por mis venas moribundo y mi presente es un antígeno comiéndoselo todo. La distancia se ha convertido en una trampa mortal para aquellos días de gloria. Y salir me arrebató el apego.
-"¡Ayyyy... cuando te adaptas a lo bueno, eh!" Me dicen.
¿Qué es lo bueno? ¿Cuándo te adaptas a lo bueno? Creo que se trata más de perspectivas y de épocas que de definiciones. El paraíso era mi barrio y sus veredas, mi escuela, mis primos y mi abuela. Pero también lo es mi vida ahora en otra tierra.
Mi refugio es la familia que se extraña, pero ya no mi escuela, ni el barrio, ni mi bandera. Y sí, no es la tierra, ni la yerba, pero tampoco es a quien la oprime ni a quien la ataca, lo siento Martí, hace mucho que tus letras salieron de mi cabeza, y ya no hay amor, ni odio, ni rencores, ni lemas, porque sencillamente Martí, ahora versa otra realidad que no me llena.
-.Emnis Campos Calzado.